Con la llegada del invierno, las bajas temperaturas se han hecho sentir con fuerza. Las mañanas frías invitan a quedarse en casa, abrigados y con puertas y ventanas bien cerradas para conservar el calor. Sin embargo, este impulso tan comprensible puede jugar en contra de nuestra salud, sobre todo en una época del año marcada por el aumento de enfermedades respiratorias.
Durante esta temporada, virus como la influenza, el virus respiratorio sincicial (VRS) y el COVID-19 tienden a circular con mayor intensidad. Estos afectan especialmente a grupos de riesgo como niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. En este contexto, adoptar medidas preventivas se vuelve fundamental.
Una de las más importantes es la vacunación. Contar con las vacunas al día no solo protege a quien se inmuniza, sino que también reduce la circulación de los virus y protege a los más vulnerables. Las campañas de vacunación contra la influenza y el COVID-19, en particular, son herramientas clave para disminuir las hospitalizaciones y complicaciones respiratorias durante el invierno.
Junto con la vacunación, una medida tan simple como ventilar los espacios cobra una relevancia que muchas veces pasamos por alto. Aunque parezca contradictorio, mantener los ambientes cerrados favorece la propagación de virus respiratorios, al impedir la renovación del aire. Por eso, incluso en los días más fríos, es importante ventilar de forma regular. Bastan solo 5 a 10 minutos, dos veces al día, para reducir significativamente el riesgo de contagio en hogares, salas de clases o espacios laborales. La ventilación cruzada —abrir ventanas en lados opuestos del recinto— permite renovar el aire interior sin enfriar excesivamente el ambiente.
Como formadores de futuros técnicos y profesionales del área de la salud, tenemos la responsabilidad de educar no solo en conocimientos clínicos, sino también en hábitos cotidianos que pueden marcar una diferencia en la salud pública. Cuidarse no es solo tomar medicamentos o abrigarse bien: también implica adoptar conductas preventivas, como asegurar una buena calidad del aire y no olvidar la vacunación influenza y COVID.
Este invierno, la invitación es clara: incorporar la vacunación y la ventilación como prácticas habituales de autocuidado. Porque cuidarse va más allá de abrigarse: también es respirar bien, prevenir, y proteger a quienes nos rodean. Y a veces, ese cuidado comienza con un simple gesto: abrir la ventana, incluso en las mañanas más frías del año.
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