El sector hotelero alcanzó una ocupación promedio del 63,7% en 53 destinos turísticos, tres puntos más que el año anterior. Destinos como Patagonia Costa, Temuco y sus alrededores, Aysén Patagonia – Queulat y Rapa Nui, destacaron con aumentos de más de 20 puntos en su ocupación. La gastronomía y el turismo aventura también experimentaron un auge, con lugares emergentes como Buchupureo y Olmué atrayendo cada vez más visitantes. La llegada masiva de turistas argentinos, en particular, impulsó la actividad en varias zonas costeras.
En cuanto a los destinos más visitados, Valdivia se consolidó como el favorito, con un 20% de las preferencias. La Serena, Bahía Inglesa, Reñaca, Pucón y Chiloé mantuvieron su atractivo, combinando naturaleza y cultura para cautivar a los viajeros.
Sin embargo, es importante poner estas cifras en contexto. A nivel global, Chile tuvo una recuperación sólida, pero aún por debajo del promedio mundial y lejos de casos como El Salvador, que creció un 81%. Lo mismo ocurre con la ocupación hotelera, donde el promedio global alcanzó el 68%.
Más allá de los números, la pregunta clave es: ¿cómo queremos que crezca nuestro turismo? ¿Buscamos volumen o sostenibilidad? ¿Queremos ser un destino masivo de baja calidad o uno que priorice experiencias auténticas y responsables? Antes de celebrar o lamentar las cifras, debemos reflexionar sobre qué modelo turístico queremos construir.
Pablo Rebolledo Dujisin
Director Administración en Ecoturismo U. Andrés Bello, sede Viña del Mar
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