Diego Falcone Salas, académico de la Escuela de Derecho, UNAB Sede Viña del Mar.
El concepto de “crimen organizado” tiene límites difusos, dado que no hay unanimidad en cuanto a sus requisitos y, por otra parte, se entrelaza con la comisión de hechos ilícitos pertenecientes a la delincuencia común.
La pobre existencia (o al menos eso es lo que aparentaba) de crimen organizado, en el Chile de hace una o dos décadas, básicamente estaba representada por el tráfico de drogas. De aquí que en el año 2004 se haya perfeccionado la normativa sobre dicha materia mediante la dictación de la Ley N°20.000. Luego esta ley se transformó en el referente para legislar en otros ámbitos en que puede estar presente el crimen organizado. Por ejemplo, en materia de pornografía infantil o tráfico ilícito de migrantes y trata de personas.
Observando la evolución legislativa que directamente incide sobre las “bandas organizadas”, así como la que opera de forma indirecta en esta materia (delitos contra la función pública y corrupción, enriquecimientos ilícitos y lavado de dinero), es posible afirmar que al día de hoy está instalado el crimen organizado en toda regla en Chile; que el nivel de organización es alto, y que no se trata ya de grupos de cuatro o cinco personas, sino de reuniones más masivas de sujetos, adscritos a agrupaciones determinadas en las que existen líderes identificables, una estructura interna con asignación de funciones y uno o más objetivos precisos, que finalmente pueden identificarse con la obtención de lucro.
Mención aparte merece la delincuencia transfronteriza. Antiguamente, esta se circunscribía a actividades tales como el ignominioso uso de personas para el acarreo de droga en la zona norte de nuestro país; el modesto uso de nuestros puertos y aeropuertos como zona de partida de drogas a destinos lejanos; el ocasional ingreso a Chile de personas, facilitado por otros, para ejercer la prostitución o, en fin, el robo de vehículos para sacarlos del país. No conocíamos de estructuras y movimientos delincuenciales comparables a los de una transnacional. Pero hoy no hace mucho hemos visto, por ejemplo, cómo el antes desconocido “Tren de Aragua” ha comenzado a operar en suelo nacional. Esto, a través de su brazo subordinado de nombre “Clan los Gallegos”. Se habla también de la instalación de mafias, cárteles e incluso, últimamente, de maras.
El actuar de grupos como el individualizado nos lleva a reparar en una característica del crimen organizado que hoy es más evidente que nunca. Se trata de que, para la obtención de sus objetivos (reconducibles generalmente al lucro, decíamos) pueden operar de forma diversificada. Esto porque así está dispuesto su “giro”, como es el caso de quienes deciden dedicarse al tráfico de estupefacientes y al secuestro, por ejemplo. En casos como este la comisión de ciertos delitos (entiéndase comunes) constituye una medida extrema para forzar el cumplimiento de obligaciones impuestas a terceros (amenazas, tortura, alguna clase de daños en la propiedad, etc.). También la comisión de estos delitos se explica porque son necesarios para otros fines, como la venganza o el encubrimiento (homicidio o “sicariato”). Esto nos lleva a una última e importante observación, cual es que a simple vista se advierte que el nivel de violencia con que se actúa dista mucho de lo que era normal hace diez o veinte años.