Las meniscopatías tienen dos orígenes principales: Traumáticas, que son provocadas por impactos, movimientos bruscos o giros repentinos en la rodilla; y Degenerativas, que están asociadas al envejecimiento del tejido meniscal, depósitos de calcio en el líquido sinovial o desgaste del cartílago articular.
Mientras que los síntomas incluyen hinchazón progresiva, dolor al caminar o flexionar la rodilla, y en algunos casos, bloqueo articular cuando una parte del menisco se desplaza y queda atrapada entre los huesos de la articulación.
Diagnóstico y tratamiento quirúrgico
El diagnóstico de una meniscopatía es clave para tratarlo. Se confirma mediante un examen físico detallado y una resonancia magnética. Una vez identificada la lesión, la intervención quirúrgica puede ser necesaria, especialmente si el dolor y las limitaciones funcionales persisten.
Actualmente, la cirugía de menisco se realiza mayoritariamente con técnicas artroscópicas. Este procedimiento mínimamente invasivo permite reparar o extirpar el tejido dañado a través de pequeñas incisiones. “La artroscopia reduce significativamente los riesgos asociados a las cirugías tradicionales y permite una recuperación más rápida. En la mayoría de los casos, el paciente puede apoyar la pierna operada de inmediato y retomar sus actividades cotidianas en pocos días”, explica Fernando Bascuñán, traumatólogo de Clínica Miguel Claro.
Un enfoque personalizado para cada paciente
La elección del tratamiento depende de la gravedad de la lesión y las condiciones individuales del paciente, como su estado muscular, enfermedades preexistentes y disposición para rehabilitarse activamente tras la cirugía. Según el especialista, “los mejores resultados se obtienen cuando la patología se aborda de manera temprana y con el menor compromiso posible del menisco”
Tras la cirugía, los pacientes suelen permanecer una noche en la clínica para manejo del dolor. Dos semanas después, se evalúa la necesidad de iniciar terapia kinésica para recuperar movilidad y fuerza muscular. Con un tratamiento adecuado, la mayoría de los pacientes logra retomar sus actividades deportivas en un plazo de cuatro a seis semanas.
El experto Clínica Miguel Claro recalca que “ante la presencia de dolor persistente o limitaciones en la movilidad de la rodilla, es fundamental consultar a un especialista. Un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado no solo alivian el dolor, sino que también aseguran una recuperación funcional óptima.
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